Una peculiaridad de mi trabajo es que nunca termina. Puedes echarle las 24 horas los 365 días del año, no consigues acabar. Despiertas pensando en él, duermes soñando con él. A veces es desesperante porque no desconectas y la mente se embota. Sé de lo que hablo porque llevo desde los 16 años con los zapatos, las pieles, las hormas, fábricas, ferias, tendencias. He sido representante, he comercializado las mejores marcas, tenido fábrica propia, varias tiendas y vendido zapatos a comerciantes de España y de Europa. En este sector he hecho casi de todo. Sin embargo lo que más me llena es proyectar las colecciones, los nuevos modelos, colores y tendencias. Y por fin verlos parir -no hay palabra que lo describa mejor-. Mis mejores recuerdos de la profesión son los momentos de concentración para hacer lo nuevo. Con mi padre, con mi hermana, en soledad. Son ya 40 años haciéndolo y lo que siento cuando se descubre la criatura creada, el diseño en vivo, no ha cambiado. Por eso cada vez que presento un modelo nuevo es como abrir una ventana a un paisaje nuevo y desconocido. Y lo mejor es cuando descubro ese paisaje al público.
Y volver a empezar.